domingo, 14 de octubre de 2012

7 maneras de evitar el Efecto Pigmalión

¿Sabías que lo que esperas de tus alumnos y alumnas, tus prejuicios y tus expectativas, influyen de diferente manera en el trato y atención que les prestas y repercuten en sus resultados académicos y en otros ámbitos de su vida? ¿Cómo puedes cambiarlo? Robert Pianta te sugiere tomar 7 medidas: no caigas en tu propia trampa.

Según Wikipedia, el Efecto Pigmalión en el ámbito educativo podría formularse de la siguiente manera:
Rosenthal y Jacobson estudian el efecto Pigmalión desde la perspectiva de la teoría de la profecía autorrealizada. Esta teoría la entendemos como uno de los factores que influyen en la motivación de los alumnos en el aula. Aparentemente parece que es un efecto mágico, pero no lo es, lo que ocurre es que los profesores formulan expectativas acerca del comportamiento en clase de diferentes alumnos y los van a tratar de forma distinta de acuerdo con dichas expectativas. Es posible que a los alumnos que ellos consideran más capacitados les den más y mayores estímulos, más tiempo para sus respuestas, etc. Estos alumnos, al ser tratados de un modo distinto, responden de manera diferente, confirmando así las expectativas de los profesores y proporcionando las respuestas acertadas con más frecuencia. Si esto se hace de una forma continuada a lo largo de varios meses, conseguirán mejores resultados escolares y mejores calificaciones en los exámenes.

Si quieres profundizar en el Efecto Pigmalión, quizás este artículo te sea de utilidad:
FARIAS, MARIANA: "El efecto Pigmalión y su formulación a través de la escalera de inferencias" (en bit.ly/QkKubb)


Robert Pianta ofrece estas sugerencias para profesores y profesoras que desean cambiar su comportamiento mediando en los problemas de los y las estudiantes y evitar el efecto Pigmalión:
1. Observa las interacciones de cada estudiante: ¿Cómo prefiere participar? ¿Qué le gusta hacer? Si observas atentamente, apreciarás mejor sus capacidades

2. Escucha: trata de entender qué les motiva, cuáles son sus metas y cómo te ven a tí, a sus compañeros/as y a las tareas que les encargas

3. Participa: Habla con cada alumno y cada alumna acerca de sus intereses: no des consejos, advertencias y opiniones. Escucha.

4. Experimenta: modifica tus reacciones a las diferentes (y cambiantes) conductas de tu alumnado. Da una respuesta inmediata o tómate un tiempo. Date cuenta de que su comportamiento podría ser solo una vía para llegar a ti.

5. Conoce: cada semana, dedica tiempo a tus estudiantes, fuera de tu rol de profesor. Déjales elegir un juego u otras actividades no necesariamente académicas que les gustaría hacer contigo: mira, escucha y comenta lo que ves, enfócate - como profesor/a - en los intereses y los puntos fuertes del alumnado. Este tipo de actividades son muy importantes para facilitar la resolución de posibles problemas con aquellos estudiantes que te evitan o pueden generar conflictos.

6. Llégales: ¿Qué les gusta hacer fuera del centro educativo? ¿Qué te parece planificar un proyecto usando algún medio en el que se sientan cómodos/as? ¿Música, vídeo, cine, escritura...? Haz un reparto adecuado entre tiempo de trabajo en grupo y tiempo de trabajo individual para permitirles mostrarte y compartir contigo este tipo de aficciones - de gran aprovechamiento didáctico, por cierto - cuya incorporación a tu docencia aumenta su motivación e interés y mejora la adquisición de habilidades.

7. Empatía: piensa tu clase a través de sus ojos. Recuerda a tus mejores y peores profesores/as. ¿Cómo te sentías a su edad? ¿Qué fue lo mejor y lo peor? ¿Cómo podrían describirse y sentirse, entonces, tus alumnas y alumnos? ¿Tus expectativas y creencias acerca de ellas y ellos determinan cómo se comportan contigo y la imagen que tienen de ti? ¿Hay paralelismo entre esas expectativas y tu comportamiento hacia los/as estudiantes?