Muchos piensan que cuando enseñamos programación a un niño sólo le estamos preparando para programar. Eso que a los informáticos nos enseñan en las universidades o en los ciclos formativos, esa cosa rara en la que nos sentamos frente a dos o tres pantallas con mucho texto por delante. Todo lo contrario.
La programación ha estado tradicionalmente anclada a un ámbito profesional, realizada por programadores físicos, matemáticos y, desde hace un par de décadas, informáticos. La programación como herramienta educativa es mucho más que sólo programar, es una excusa para mucho más.
Es por la resolución de problemas
El pensamiento computacional – concepto clave que se afianza con el conocimiento de la programación y la algorítmica – permite abordar los problemas para encontrar sus soluciones. Porque un problema puede tener múltiples soluciones, y no siempre existe el término de ‘la mejor’.
La programación es una herramienta más, al igual que lo son la lectura y la escritura o las operaciones aritméticas. Una herramienta que nos permite plantear un proyecto e ir desmigándolo, rompiéndolo en pequeñas partes y afrontando cada una de ellas por separado.El problema general se divide en problemas particulares, de menor envergadura, que es necesario resolver para llegar a la solución general. Divide y vencerás, reza el término en ciencias de la computación.
No tiene ningún sentido aprender a programar memorizando las diferentes instrucciones que existen (if, if-else, repeat-until, etc.), ni planteando ejemplos para cada una de ellas. Todo lo contrario, se pueden plantear proyectos muy sencillos y de soluciones ‘naturales’ que cualquier chaval puede resolver sin necesidad de saber programar o con conocimientos de algorítmica previos. Tan solo pensando un poco.
Es por la creatividad